miércoles, 30 de septiembre de 2015

La importancia de los ácidos grasos omega-3 y omega-6


 

Los ácidos grasos omega-3 (ω-3) y omega-6 (ω-6) son componentes importantes de las membranas de las células y los precursores de muchas otras sustancias del organismo, como las que regulan la presión arterial y la respuesta inflamatoria. Cada vez hay más pruebas que indican que los ácidos grasos omega-3 nos protegen de las enfermedades cardíacas, y también se conoce su efecto antiinflamatorio, importante para estas enfermedades y muchas otras. También hay un interés creciente en el papel que pueden desempeñar los ácidos grasos omega-3 en la prevención de la diabetes y ciertos tipos de cáncer.


Fuente: European Food Information Council

martes, 29 de septiembre de 2015

La NASA halla nuevas pruebas de agua líquida en Marte


Las imágenes aéreas tomadas de Marte se parecen mucho a las de la Tierra. Uno de los accidentes más interesantes son unas estrías en el terreno que se precipitan colina abajo y que intuitivamente parecen cauces de agua. Estos cursos aparecen y desaparecen del terreno, lo que refuerza la idea de que sea el agua estacional la que los forme. Pero de la intuición a la realidad hay un enorme paso y hasta el momento no se ha podido demostrar que esas grietas se deban realmente al agua líquida, cuya existencia sería clave para la posibilidad de que haya vida en el planeta rojo.



Leer el artículo completo en: 
http://elpais.com/elpais/2015/09/28/ciencia/1443439163_437281.html

jueves, 24 de septiembre de 2015

La verdadera paleodieta: los cerebros grandes necesitaron carbohidratos


http://www.uab.cat/web/sala-de-prensa/detalle-noticia/la-verdadera-paleodieta-los-cerebros-grandes-necesitaron-carbohidratos-1345667994339.html?noticiaid=1345689215931

Hasta ahora se ha prestado especial atención al papel de las grasas animales y las proteínas en el desarrollo del cerebro humano en los últimos dos millones de años. Una investigación liderada por Karen Hardy demuestra la importancia que tuvieron también los carbohidratos ricos en almidón.
27/08/2015

Los carbohidratos ricos en almidón fueron un factor importante para la evolución del cerebro humano, según un nuevo estudio internacional publicado en Quarterly Review of Biology y liderado por la profesora-investigadora ICREA en la UAB Karen Hardy.

El trabajo desafía la idea largamente sostenida de que la aceleración del aumento del tamaño del cerebro que se produjo hace unos 800.000 años es el resultado de un incremento del consumo de carne y propone que la elevada demanda de glucosa que necesitan nuestros cerebros habría sido satisfecha mucho más fácilmente con una alimentación rica en carbohidratos. Los investigadores han realizado el trabajo combinando diversas perspectivas de estudios de genética humana, arqueología, antropología, fisiología y nutrición.

Según los autores del artículo, hasta ahora se ha prestado especial atención al papel de las grasas animales y las proteínas en el desarrollo del cerebro humano en los últimos dos millones de años, mientras que la importancia de los carbohidratos, especialmente en forma de vegetales ricos en almidón, ha sido ampliamente ignorada. Pero los carbohidratos son la mejor forma de obtener la glucosa y la energía que necesita nuestro organismo, argumentan. El cerebro humano utiliza más del 25% de nuestra reserva energética y más del 60% de la glucosa en sangre. Y estas demandas de energía aumentan particularmente con el embarazo y la lactancia, igual que con el incremento del tamaño corporal, la movilidad y el aumento de la flexibilidad alimentaria.

"El aumento global de la obesidad y las enfermedades metabólicas relacionadas con la alimentación han generado un enorme interés en nuestras dietas ancestrales o 'Paleolíticas'", comenta la profesora Jennie Brand-Miller, coautora del estudio e investigadora del Centre Charles Perkins de la Universidad de Sydney.

"Creemos que aunque el consumo de carne fue importante, el crecimiento del cerebro hubiera sido menos probable sin la energía proporcionada por los carbohidratos. Por otra parte, aunque las hipótesis reconocen la importante contribución que tuvo el desarrollo de cocinar, consideramos que los carbohidratos cocinados sólo tienen sentido si el cuerpo tiene la dotación enzimática necesaria para procesarlos", explica Karen Hardy.

En este sentido, los investigadores también apuntan al incremento de genes amilasa salival en los humanos modernos, que aumenta la cantidad de amilasa producida en la saliva. Para Kate Brown, doctoranda de la University College London, "mientras otros primates tienen sólo dos copias de estos genes, los humanos modernos tenemos de media unos seis y esto nos permite tener más amilasa salival y digerir el almidón de manera más eficiente. No sabemos exactamente cuándo se multiplicó el número de copias, pero los datos genéticos sugieren que fue en el último millón de años; un período de tiempo que coincide con la evidencia arqueológica del cocinado de alimentos. Esto es particularmente interesante porque el uso del fuego para cocinar permitió un aumento considerable del potencial de digerir más fácilmente el almidón. Hay aún incerteza sobre cuándo los genes de la amilasa salival se multiplicaron y cuándo los humanos empezaron a cocinar alimentos, pero los beneficios combinados de ambos para alimentar nuestros cerebros, cada vez más hambrientos de glucosa, son difíciles de ignorar".

Les Copeland, de la Universidad de Sydney, explica que los investigadores creen que "los carbohidratos, junto con la carne, fueron esenciales para la evolución de los humanos modernos y sus grandes cerebros. La evidencia sugiere que los humanos del Paleolítico no habrían evolucionado con la que hoy se denomina "dieta del Paleolítico". Después que el uso del fuego para cocinar alimentos se extendiera, la digestión de los carbohidratos ricos en almidón avanzó y se convirtió en una fuente de glucosa preformada que permitió la aceleración del crecimiento del cerebro".

El almidón habría sido fácilmente accesible para las primeras poblaciones humanas en forma de tubérculos, semillas y algunas frutas y frutos secos. En un estudio reciente liderado por Karen Hardy, se han hallado pruebas de que los homininos de hace unos 400.000 años ya se alimentaban de semillas y frutos secos. En términos de suministrar energía a un cerebro en desarrollo, un incremento del consumo de carbohidratos ricos en almidón puede haber proporcionado una ventaja evolutiva substancial, indica el artículo.

Según los investigadores, una alimentación similar a la que nos permitió tener un cerebro grande en el Paleolítico también habría sido positiva para la salud de los individuos. "Uno de los principales problemas en el estudio de la evolución humana es comprender cómo y por qué desarrollamos cerebros tan grandes. Las ventajas hoy nos pueden parecer obvias, pero se produjeron con unos costes evolutivos considerables: los cerebros son tremendamente golosos de glucosa; los cerebros grandes han producido bebés con cabezas tan grandes que ponen en riesgo la vida de sus madres al nacer; y requieren un gran período de tiempo para desarrollarse, lo que implica que dedicamos menos tiempos a reproducirnos", comenta Mark Thomas, profesor de genética evolutiva del University College London y coautor del trabajo.

"Sin embargo, y en un primer orden de aproximación, -continúa Thomas- nuestra fisiología funcionaría al máximo rendimiento con la alimentación que hemos experimentado en nuestro pasado evolutivo. Esto nos podría ayudar a definir mejor las dietas saludables. El problema es que no sabemos exactamente cuáles fueron las dietas de nuestros ancestros, y previos intentos de definirlas han subestimado la importancia de los carbohidratos. Pero si juntamos las necesidades de glucosa de nuestros cerebros, la gestación y la lactancia, junto con la disponibilidad de alimentos ricos en almidón, las pruebas más tempranas del uso del fuego para cocinar y sus efectos en la digestibilidad del almidón, y la evolución de múltiples copias de nuestros genes de amilasa salival, resulta convincente que los alimentos ricos en almidón jugaron un papel crítico en modelar lo que somos actualmente, incluidos nuestros grandes cerebros".

Artículo: Karen Hardy, Jennie Brand-Miller, Katherine D. Brown, Mark G. Thomas, Les Copeland. The Importance of Dietary Carbohydrate in Human Evolution. The Quarterly Review of Biology, 2015; 90 (3): 251 DOI: 10.1086/682587

Los nutrientes que pierden las verduras tras su paso por la cocina



Almacenar verduras, cocer hortalizas o pelar frutas son prácticas cotidianas y necesarias en la cocina, pero pueden influir en la pérdida de nutrientes de los alimentos

El consumo frecuente de vitaminas y antioxidantes se asocia a la prevención de enfermedades cardiovasculares, neurodegenerativas, varios tumores así como al mantenimiento de una vida saludable. Muchas de estas propiedades los consumimos a través de frutas y verduras, pero su paso por la cocina hace que pierdan algunos de sus nutrientes. La fruta ¿pelada o no? ¿en zumo o entera? Las verduras ¿hervidas, al vapor, a la plancha? ¿En el microondas o en el horno? ¿Enteras o troceadas? ¿Conviene congelarlarlas o no? Todas estas prácticas afectan a los nutrientes de las frutas y verduras de diferente manera.
Un estudio español publicado en el «Journal of Food Science» concluyó que llevarlas a ebullición, una de las formas más populares de prepararlas, conlleva una pérdida importante de su contenido de vitaminas y otros antioxidantes. Como explica María Antonia Murcia, del área de Nutrición y Bromatología de la Universidad de Murcia y una de las autoras de la investigación, «la mayoría de las verduras se consumen cocinadas, así que, desde un punto de vista práctico, nos preocupaba saber si después de someterlas a los procedimientos domésticos habituales quedaba algo de sus antioxidantes o si sólo estábamos consumiendo calorías». La conclusión principal del trabajo fue que el agua «no es la mejor amiga de la cocina» cuando se trata de preparar verduras y hortalizas.
Según la Asociación Española de Dietistas-Nutricionistas (GREP-AEDN), la cocción puede afectar a las frutas y hortalizas de forma positiva, ya que ayuda al aprovechamiento de ciertas sustancias nutritivas, como los carotenoides, o negativa debido a que lasvitaminas C, B1, B6, el ácido fólico y los antioxidantes se destruyen fácilmente con las altas temperaturas. Otras vitaminas y nutrientes pueden quedar intactas, pero se escurren con el agua, como el glucosinolato, un compuesto anticancerígeno que se encuentra en el brócoli y otros vegetales crucíferos. Otros minerales como el hierro y el calcio o macronutrientes como grasas, proteínas y carbohidratos, así como la niacina y la biotina del grupo de vitaminas B sobreviven a la mayoría de las condiciones de cocción, según la Universidad de Akron. También la vitamina K que proporcionan las hortalizas de hoja verde (col, espinaca, hojas de nabos, col rizada, acelga, hojas de mostaza, perejil, lechuga romana, lechuga de hoja verde, coles de Bruselas, coliflor, repollo...)

Consejos para prevenir la pérdida de nutrientes

Para conservar al máximo los nutrientes de los alimentos, el GREP-AEDN, la Fundación Española de Dietistas-Nutricionistas y la Asociación para la Promoción del Consumo de Frutas y Hortalizas así como las publicaciones sobre salud de Harvardrecomiendan:
-No cortarlas demasiado porque cuanto más contacto hay con el agua, mayor cantidad de los minerales y vitaminas se pierde en un proceso denominado lixiviación.
-Emplear tiempos cortos de remojo (en su caso).
-Los métodos que cocinen al alimento en el menor tiempo posible o cualquier procedimiento que no sumerja al alimento en agua durante mucho tiempo (vapor, microondas, frituras, salteados, etc.).
-En los hervidos, esperar a que el agua hierva para sumergir el alimento.
-Añadir un chorrito de vinagre o de zumo de limón al agua de cocción ya que contribuye a «la conservación de las vitaminas y a la absorción de algunos minerales» como el hierro. Ademas, es una forma de mantener el color de las verduras como por ejemplo con las alcachofas.
-Agregar bicarbonato de sodio para mantener el color de las verduras y disminuir su dureza, es una práctica poco recomendable porque destruye de algunos nutrientes como la vitamina C.
-Cocinar las hortalizas «al dente» y enfriarlas lo antes posible.
-Aprovechar el agua de cocción para elaborar otros alimentos.
-Cocinar con horno microondas también puede resultar más seguro desde el punto de vista de la eliminación de bacterias, ya que calientas los alimentos desde el interior, penetrando al menos una pulgada (2,5 cm) dentro de las verduras, a diferencia de los métodos tradicionales, que calientan de afuera hacia adentro.
-Hay que evitar colocar alimentos en el microondas en bolsas oenvoltorios de plástico.

La pérdida de nutrientes empieza antes de llegar a casa

Pero minimizar la pérdida de nutrientes es el resultado de una toma de decisiones que comienza en el supermercado, mucho antes de llegar a la cazuela también el tiempo de almacenaje merma sus propiedades nutritivas, e incluso hace que perezcan por lo que es aconsejable equilibrar el volumen de la compra con el ritmo del consumo del hogar. Una vez en la cocina, la máxima consiste en aprovechar las capas y hojas externas de frutas y verduras, siempre que sea posible pero, cuando esto no es posible, debemos seguir estos consejos para su limpieza y manipulación:
-Pelar y cortar el alimento poco antes de prepararlo y/o consumirlo.
-Lavar los vegetales enteros y cortarlos después.
-Evitar la exposición de frutas y verduras a la luz, el calor, el oxígeno o un remojo dilatado pueden reducir las vitaminas y minerales.
-Pelar y trocear el alimento justo antes de su consumo o preparación para no dejar tiempo a la oxidación o que el efecto del corte sobre las células de la pulpa cause la pérdida de nutrientes.

Métodos óptimos de cocinado sin agua

Los procesos culinarios sin contacto con el agua son los mas respetuosos con los nutrientes presentes en las hortalizas:
-La cocción al vapor y en microondas son las formas menos destructivas y con un impacto menor en los nutrientes.
-Para que el los alimentos no pierdan nutrientes en el horno las temperaturas han de ser elevadas y los tiempos cortos.
-La pérdida de nutrientes del salteado es baja ya que los alimentos se cocinan ligeramente.
-Al freír, si la temperatura, el aceite y la duración son adecuados, se conservan muy bien las propiedades del alimento porque la costra que lo envuelve mantiene el agua dentro sin embargo, aumenta el valor calórico por la absorción del aceite.
-En el asado a la brasa la destrucción térmica y los jugos que se producen provocan la pérdida de nutrientes especialmente cuando hay llama, porque se generan compuestos que adheridos al alimento que pueden ser peligrosos para la salud si se toman en exceso.

viernes, 18 de septiembre de 2015